miércoles, 4 de septiembre de 2013

Actualización Septiembre 2013



Algunas cuestiones acerca del amor

Eleonora D’Alvia

El verbo amar tiene en el lenguaje común acepciones diferentes. Se utiliza tanto para referirse a los vínculos tiernos familiares como al amor erótico que busca la realización sexual. También puede utilizarse en relación a Dios o a la tarea que realizamos, a una determinada música, etc.  El psicoanálisis sostiene que el uso de un mismo significante para nombrar cuestiones tan diversas responde a alguna naturaleza común a todas ellas.
Freud vincula esta naturaleza con la sexualidad. Esos diversos modos de relación que involucran lo que se llama amor provienen de pulsiones sexuales que se van transformando y desviando de su original inicio. Más adelante en su obra a estas pulsiones sexuales las denominará pulsiones de vida, opuestas a las pulsiones de muerte. Ambas fuerzas psíquicas están en conflicto y en ese procesamiento se van mezclando en diferentes grados, con diversas composiciones.  Si en vez de mezclarse se desmezclan o desexualizan predomina la pulsión de muerte.
La expresión amar voy a situarla en el amor erótico, en lo que se suele decir “hacer el amor”, la satisfacción sexual directa.  Pareciera que la cuestión de amar y de ser amado se encuentra vinculada con la felicidad, pero también con el dolor. El dolor que produce la pérdida del objeto de amor.
Freud utiliza el verbo amar también cuando habla de la masa. Sostiene que lo que aglutina la masa es el amor.  La masa es un modo de cohesión social cuyo ejemplo más logrado y estable son las dos instituciones que más han perdurado en la cultura: la iglesia y el ejército. Y en su forma más simple es un conjunto de individuos que se encuentran en relación a un mismo líder. Los individuos que conforman la masa aman al líder de un modo muy particular: lo colocan en el lugar del ideal del yo. Se ama al líder atribuyéndole esos atributos que el yo ansía para sí.  La masa dice Freud, está fundamentada en la creencia de que el líder los ama a todos por igual. Esta condición de igualdad hace posible un vínculo amoroso con los integrantes de la masa entre sí.  La satisfacción que produce el amor al ideal del yo proviene del narcisismo originario. Cuando el niño era “Su majestad: el bebé” reunía el amor de sí de ambos padres que proyectan en él todos sus anhelos insatisfechos y sus ideales. Aún el pequeño no ha desplegado su subjetividad, su singularidad, aún no habla. El yo ideal del niño es omnipotente en tanto no se ha diferenciado aún de la madre que le otorga todos los cuidados. 
Freud dice que hay dos tipos de amor, según el modelo narcisista, se ama al objeto como lo que uno es, como lo que uno fue, como lo que a uno le gustaría ser. El otro tipo de amor es el de apuntalamiento: se ama al objeto como a la madre nutricia o el padre protector. 
El amor al líder parece entrar muy bien en estas dos modalidades, se ama al líder según lo que a uno le gustaría ser, y quizá también como al padre protector. En cambio el amor que involucra y requiere la satisfacción sexual directa, no parece encuadrarse muy bien en ninguna de ellas.  Esto lo ratifica el hecho de que el predominio de alguna de estas modalidades en el vínculo amoroso perturba justamente la satisfacción sexual directa.

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